“El traje nuevo del emperador” es un maravilloso cuento de Hans Christian Andersen, que trata sobre un Emperador que paga mucho dinero a dos charlatanes que se hacen pasar por tejedores. Estos charlatanes supuestamente confeccionan trajes magníficos que son invisibles para los estúpidos o los incompetentes. Al final, el Emperador termina paseándose en ropa interior frente al pueblo y, a pesar de que nadie logra ver el traje nuevo, todos pretenden que lo ven: el pueblo, el Emperador y, por supuesto, los falsos tejedores.
La certificación de créditos de carbono tiene mucho en común con este cuento. Después de todo, ambos se refieren a un producto que nadie puede ver. También en ambos casos, el falso relato es sostenido por supuestos expertos que certifican técnicamente si el producto es real y si hace lo que se supone que debe hacer. La principal diferencia es que, en el caso de los créditos de carbono, los principales compradores de la materia prima intangible - las empresas -, no son tontos e ingenuos como el Emperador. Por el contrario, las empresas, en alianza con los gobiernos y las ONG conservacionistas, refuerzan el falso relato de ‘compensaciones de carbono certificables’ para mantener y expandir sus ganancias derivadas de los combustibles fósiles.
El propósito de este artículo es reflexionar sobre la función crucial que desempeña la certificación de este nuevo activo (el crédito de carbono) en el marco de la economía verde, así como señalar los intereses y contradicciones que están intrínsecamente vinculados a su creación.
La certificación como elemento clave de los mercados de carbono
La mayoría de las empresas ya se han comprometido a algún tipo de objetivo de ‘emisiones netas cero’ o propaganda ‘climáticamente neutra’. En sus páginas web, empresas que van desde la industria de los combustibles fósiles hasta la de la aviación hablan sobre cómo ‘protegen los bosques’ e invierten en ‘soluciones naturales’ y energías ‘limpias’. Sin embargo, estas historias corren en paralelo a una realidad de extracción y consumo continuos o incluso crecientes de combustibles fósiles; planes de expansión que van mucho más allá de 2050. Las compensaciones de carbono están en el centro de esta contradicción.
En pocas palabras, cada crédito de carbono permite al comprador emitir una tonelada de dióxido de carbono o de un gas de efecto invernadero equivalente. Las empresas multinacionales son las principales compradoras de estos créditos, aunque los gobiernos e incluso los individuos también pueden adquirirlos. Por tanto, las empresas están comprando ‘permisos para (seguir) contaminando’.
Pero, ¿cómo se produce realmente un crédito de carbono?
Los créditos de carbono pueden generarse a partir de varios tipos de proyectos de compensación, como la sustitución de combustibles principalmente por generación de energía renovable, gestión de residuos, establecimiento de plantaciones de árboles a gran escala, creación de áreas protegidas para evitar la deforestación, etc. En general, cualquier iniciativa que sea capaz de seguir ciertas metodologías para eliminar o reducir el dióxido de carbono así como para evitar su liberación a la atmósfera, puede ‘aplicar’ para generar créditos de carbono que pueden ser vendidos en el mercado.
La única condición previa es que cada proyecto debe tener un documento que explique cómo esas emisiones no se hubieran podido eliminar, reducir o evitar de no existir el proyecto de mercado de carbono: el aspecto de ‘adicionalidad’, como se lo denomina en la jerga del carbono.
Por ejemplo, cuando el proyecto está relacionado con la ‘protección de una zona de bosque’, el argumento es que, sin el proyecto, esa zona de bosque sería destruida o degradada y, en consecuencia, se liberaría una gran cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera. Por lo tanto, el carbono ‘almacenado’ en esa zona se considera ‘adicional’, ya que se ‘evitaron emisiones’ que, según el argumento de los desarrolladores del proyecto, se habrían emitido de no haber existido el proyecto de compensación.
La diferencia entre los dos escenarios previstos hipotéticamente (con y sin el proyecto de compensación) calcula cuántos créditos de carbono se generarán. Por lo tanto, el argumento presentado por los desarrolladores del proyecto es una pieza crucial para decidir si el proyecto realmente puede considerarse una compensación, así como para definir cuántos créditos producirá el proyecto. Este argumento, junto con la metodología y otros aspectos técnicos, es juzgado por un organismo de certificación.
Cuando se piensa en una certificación, la imagen que viene a la mente puede ser la de productos que tienen una etiqueta que indica que sus ingredientes o componentes se produjeron a través de ‘prácticas sostenibles’ o algo por el estilo. Para que los productores puedan usar estas etiquetas en sus productos, generalmente necesitan contratar un sistema de certificación, cuyo papel es auditar su proceso de producción. Hay muchas fallas estructurales y desequilibrios de poder en estas etiquetas de certificación, en especial por el mensaje subyacente que se le da a los consumidores de ‘seguir comprando’, lo que permite la expansión del control de las empresas sobre las tierras y los medios de vida de las comunidades campesinas e indígenas. (1) El producto a vender existe independientemente de la etiqueta, y la función de la certificación es agregar más valor al producto y por ende, ganancias a sus productores.
Sin embargo, en el caso de las compensaciones de carbono, la certificación ha asumido una función diferente, mucho más crucial, en la que el proceso de certificación en sí mismo es lo que genera el producto final.
Pero, ¿quién es el responsable de la certificación? ¿Y quiénes son los actores involucrados en los mercados de carbono?
Certificar una historia colonial: ¿cómo se generan los bonos de carbono?
Para ilustrar brevemente cómo pueden generarse los créditos de carbono usaremos como ejemplo un proyecto REDD+, que es el tipo de proyecto que lidera la generación de créditos dentro del mercado voluntario de carbono a escala mundial. (2)
El objetivo de un proyecto REDD centrado en la ‘deforestación evitada’ es proteger una determinada zona contra la deforestación y, por lo tanto, evitar las emisiones que podrían haberse liberado en caso de que el proyecto no se hubiera llevado a cabo. Cada proyecto REDD se basa en ese supuesto, que es una predicción hipotética de lo que habría pasado con ese bosque en un futuro si el proyecto no se hubiera llevado a cabo.
La mayoría de los documentos de proyectos REDD enfatizan el mensaje de que las comunidades que viven en esos bosques y/o en sus alrededores son las culpables de la deforestación. No le da importancia a la destrucción a gran escala que hacen las empresas, que es la verdadera causa de la deforestación y la degradación de los bosques. Este mensaje es crucial para legitimar la ‘necesidad’ de intervención externa (y dinero) para detener o cambiar las prácticas de las comunidades. Y por tanto, este mensaje es además colonialista, ya que siempre describe el futuro como algo estadísticamente predecible. El resultado es que los Pueblos Indígenas y las comunidades campesinas que dependen de esas zonas son concebidas como seres predecibles, sujetos a los prejuicios racistas de las mentes coloniales. (3)
Asimismo, los proyectos REDD siempre presentan los peores escenarios futuros de deforestación si los proyectos no se llevaran a cabo. Luego, en base a una determinada metodología, el desarrollador del proyecto presenta un cálculo de cuánta deforestación (y por lo tanto dióxido de carbono) se evitará en los próximos 40, 50 o incluso 100 años.
Después de eso, el proyecto debe ser aprobado por un certificador, también conocido como estándar de carbono o registro de carbono. Cuatro importantes registros agrupan casi todas las compensaciones de mercado voluntario del mundo: Verra (VCS), American Carbon Registry (ACR), Climate Action Reserve (CAR) y Gold Standard. Estos estándares son en sí mismos organizaciones y, al menos en el papel, dicen ser sin fines de lucro. Verifican y emiten créditos de carbono y mantienen registros con datos de cada proyecto y de todos los créditos que se generan. El número de serie que se le otorga a cada tonelada de dióxido de carbono rastrea cada uno de los créditos generados.
El mayor certificador es Verra, una organización sin fines de lucro que a fines de 2022 había emitido el 64 por ciento de todas las compensaciones de carbono del mundo, y más del 70 por ciento si consideramos solo proyectos forestales y de uso de la tierra. (4) Funciona casi como una empresa y cobra US$ 0,20 por cada crédito emitido. (5) El director fundador de Verra, quien recientemente renunció después de escándalos sobre créditos de carbono inservibles con esta certificación, tenía un salario base casi tan elevado como el del presidente de Estados Unidos. (6)
Un sistema de certificación como Verra incluye un organismo de validación/verificación que se encarga, en primer lugar, de validar la hipótesis del proyecto y sus cálculos de carbono y, en segundo lugar, de verificar el desarrollo del proyecto. Posteriormente, el certificador emite los créditos de carbono y los desarrolladores del proyecto tienen derecho a venderlos ya sea a compradores de créditos de carbono directamente o a agentes intermediarios.
Además del proceso de certificación que genera una mercancía abstracta, vale la pena señalar que los mercados de carbono también están ingresando a la esfera de la economía digital, principalmente con lo que se conoce como ‘criptomonedas’ y ‘tokenización’ de activos digitales. (7) Las criptoempresas venden y compran cosas que materialmente no existen. Y eso es lo que hacen los mercados de carbono: comercializan créditos que no existen en la realidad. La ‘tokenización’ de los créditos de carbono es técnicamente posible dado que éstos son, por definición, activos digitales y que cada uno está vinculado (al menos en teoría) a una iniciativa de compensación concreta (por ejemplo, un trozo de bosque supuestamente protegido por un proyecto REDD), que los hace singulares y únicos.
Esta tendencia atrae a toda una nueva gama de ‘actores digitales’ a los mercados de carbono, aumentando la presión, ya de por sí alta, sobre los territorios elegibles para proyectos de carbono y sobre los pueblos que los habitan. Además, la profundización de la digitalización y centralización masiva de datos por parte de las empresas (sobre territorios, tierras fértiles y poblaciones que dependen de los bosques) representa una amenaza a gran escala. Esta digitalización de los territorios habilita otra capa de despojo que refuerza aún más los mecanismos de vigilancia y control de la tierra, los bosques, el suelo, las aguas, los manglares e incluso las prácticas culturales.
Certificación de carbono: términos contradictorios
Existen muchas contradicciones en la generación y el uso de los créditos de carbono, y las etiquetas de certificación solo sirven para legitimar un sistema que perpetúa la continuación de una economía basada en combustibles fósiles. Una incongruencia central insalvable en la lógica de la compensación de carbono es que mientras por un lado las emisiones (a compensar) son materialmente reales y tienen un impacto en el mundo real, por otro lado la compensación (crédito) siempre es hipotética.
Esta sección destaca algunas otras contradicciones clave.
Imposibilidad de verificación
La primera contradicción a destacar es que el argumento que presentan los desarrolladores de los proyectos de carbono no puede ser verificado. Más allá de que solo pocas personas pueden revisar los documentos de certificación - que camuflan supuestos políticos sobre los procesos de deforestación con intrincadas fórmulas matemáticas y lenguaje técnico-, es imposible predecir el futuro. Las metodologías utilizadas para formular estos argumentos al estilo de ‘predecir el futuro’, siempre están sesgadas a favor de los intereses de los desarrolladores (y certificadores).
Los certificadores en particular están muy interesados en aprobar proyectos con las predicciones más altamente improbables. Cuantos más créditos de carbono generen, más dinero recibirán de los dueños de los proyectos. El resultado de esta falta de verificación ha sido por lo general el sobreestimar las emisiones reducidas, eliminadas o evitadas por los proyectos de compensación.
Intereses y sobreestimaciones
Los certificadores no son en ningún sentido neutrales. Gran parte del dinero de los proyectos REDD, por ejemplo, va para los certificadores, intermediarios y verificadores de los proyectos. En enero de 2023, un informe del portal de noticias Follow the Money reveló cómo la certificadora South Pole ganó millones de dólares comprando compensaciones del proyecto Kariba REDD+ en Zimbabue por US$ 0,45 y vendiéndolas por más de US$ 18. (8)
De acuerdo con esto, una investigación a profundidad publicada en enero de 2023 por un consorcio de periodistas encontró que más del 90 por ciento de las compensaciones de carbono de Verra relacionadas con los bosques tropicales, no tenían valor. (9) Además, un estudio de la Universidad de Cambridge analizó 32 proyectos que, en conjunto, afirman cubrir bosques del tamaño de Italia, pero en realidad se pudo evaluar que, de hecho, solo un área infinitamente más pequeña, aproximadamente del tamaño de la ciudad de Venecia, estaba ‘protegida’. (10)
Cuando se le preguntó sobre las fallas que reveló el estudio, el portavoz de Verra simplemente declaró que: “Si sucede algo y se percibe que un proyecto ha sido sobreacreditado, ésa debería ser una decisión del mercado”. Sin embargo, esto tan solo demuestra que “simplemente nadie en el mercado tiene un interés genuino en admitir cuando algo sale mal”, ¡como lo señala el mismo estudio! De hecho, ¿quién haría eso? El desarrollador hace dinero vendiendo las emisiones supuestamente evitadas, muy sobreestimadas; mientras que los certificadores y auditores hacen dinero atestiguando que esa sobreestimación es supuestamente correcta.
Colonialismo renovado
El círculo vicioso y estructural en la imposibilidad de verificación, los intereses y las sobreestimaciones, junto con otras contradicciones subyacentes, permite que la certificación de proyectos de carbono fomente la continua expansión del control empresarial sobre territorios y comunidades.
Esto queda de manifiesto, por ejemplo, cuando se simplifican y se reducen complejos territorios boscosos a la contabilidad de moléculas de dióxido de carbono, lo que oscurece y silencia violentos procesos de despojo históricos y de opresión sobre las poblaciones que dependen de los bosques. El enfoque en las moléculas de carbono también destruye los imaginarios y las diversidades de los Pueblos Indígenas y comunidades campesinas, así como sus relaciones y convivencias con sus territorios y entre sí. Así también, se borran los conocimientos y prácticas ancestrales de muchos otros mundos existentes.
Otra expresión de la intrínseca naturaleza colonialista de la certificación de carbono son las frecuentes consecuencias violentas y crímenes cometidos contra las personas que dependen de los bosques por proyectos que han sido certificados a través de estándares de carbono. Las certificadoras son cómplices de proyectos que han desalojado comunidades y destruido viviendas y medios de vida o que han impuesto cambios a los antiguos sistemas tradicionales de uso y convivencia con sus tierras. (11)
Validando la expansión de la economía basada en combustibles fósiles
Una economía capitalista basada en combustibles fósiles no solo se refiere al poderoso papel de las empresas de combustibles fósiles, sino también a los agronegocios que consumen grandes cantidades de combustibles fósiles; a las industrias de la aviación y el transporte; a la industria digital; a la industria militar; al sistema financiero, que depende en gran medida del dinero ligado a los combustibles fósiles; entre muchos otros. El capitalismo requiere constantemente de energía proveniente de combustibles fósiles y la compensación es el mecanismo que permite su expansión.
Las empresas que compran los créditos de carbono son muy conscientes de que la certificación es un elemento clave para sostener la falacia de la compensación de carbono, en la que muchas de ellas se han basado para maquillar de verde sus actividades contaminantes. El crecimiento exponencial de los mercados de carbono refleja los importantes beneficios que los créditos de carbono han generado para estas empresas.
En línea con esto, el asombroso aumento de los ingresos de las certificadoras o los registros de carbono es una gran evidencia de que éstos han sido bien recompensados. (12) Mientras tanto, resulta cada vez más claro que los mecanismos de certificación de carbono no solo no contribuyen a resolver el caos climático sino que, por el contrario, lo empeoran, ya que legitiman la expansión de la economía basada en combustibles fósiles y a su vez aumentan el poder de las empresas.
“¡El emperador está desnudo!”
Definitivamente es hora de denunciar a los certificadores y evidenciar lo que son. Es hora de abrir los ojos y ver que el Emperador está desnudo. La gente debe hacerle caso al niño pequeño en la sala de teatro que, en lugar de formar parte del engaño, señala con el dedo la escena y dice lo obvio: “¡El emperador está desnudo!” – o, para la versión de los créditos de carbono, “¡los créditos de carbono son una farsa total!”
Secretariado Internacional del WRM
(1) Pueden leer más sobre mecanismos de certificación aquí.
(2) Los proyectos REDD+ representan el 25% de las emisiones de créditos en el mercado voluntario de carbono a nivel mundial, seguidos por proyectos de energía eólica (15%) y Manejo Forestal Mejorado (11%). Esta calificación considera las emisiones de los cuatro registros de proyectos principales de compensación voluntaria: American Carbon Registry (ACR), Climate Action Reserve (CAR), Gold Standard y Verra (VCS), que representan casi todas las compensaciones voluntarias de mercado a escala mundial.
(3) Pueden leer más sobre los impactos de REDD sobre territorios y comunidades aquí.
(4) Ídem pie de página número 2.
(5) La estructura tarifaria de Verra para 2023 está presentada aquí.
(6) En 2021, la compensación del director general de Verra fue de US$ 345.272 frente a los US$ 400.000 del presidente de Estados Unidos, según las siguientes fuentes: projects.propublica.org/nonprofits/ y el Código de Estados Unidos (Capítulo 3, Sección 102).
(7) Pueden leer más sobre esto en REDD-Monitor.
(8) Valores aproximados en dólares estadounidenses considerando la referencia original en euros. Follow the Money, 2023, El proyecto insignia del mayor comerciante de carbono del mundo, en realidad produjo más emisiones de carbono.
(9) Source Material, 2023, The Carbon Con.
(10) Ídem pie de página número 9.
(11) Pueden leer algunos ejemplos aquí: The Guardian, 2023, ‘Nowhere else to go’: forest communities of Alto Mayo, Peru, at centre of offsetting row; y Survival International, 2023, Anatomy of a Multi-Million Dollar Colonial Carbon Project in Kenya.
(12) A modo de ejemplo, según los informes anuales de Verra, en 2019, 2020 y 2021 sus cifras de activos totales sumaron respectivamente 14, 27 y 50 millones de dólares.